El lunes estuve en una conversación sobre los resultados de la primera vuelta. La incisiva columnista Salud Hernández estaba dolida. Decía que la abultada votación por Juan Manuel Santos, el candidato de la actual coalición de gobierno, significaba que a los colombianos les importaban un pimiento las ejecuciones extrajudiciales; las escabrosas conspiraciones tejidas entre la Uiaf, el DAS y la Casa de Nariño; la 'parapolítica'; los grandes escándalos de corrupción que han salido a la luz pública en el último año.
No es del todo cierto. Creo que la votación por Mockus y Petro expresa un repudio abierto a estas prácticas y también buena parte de los votos por Vargas Lleras, Noemí y Pardo. No es poco. Sumados exceden el 40 por ciento de quienes acudieron a votar en primera vuelta.
Pero hay más. Las elecciones del pasado domingo fueron un verdadero revolcón del mapa político y colocan al país ante la posibilidad de consolidar un régimen pluralista, donde seis o siete partidos se disputan consuetudinariamente el favor del electorado y pactan coaliciones para gobernar, tal como se hace en Europa y en parte de América Latina.
La responsabilidad del Partido Verde es enorme. Tiene la misión, en esta segunda vuelta, de representar la angustia de los colombianos ante la corrupción, la ilegalidad y la violencia y debe jugar el papel de catalizador del pluralismo político. No puede ceder en el compromiso que hicieron sus fundadores hace unos meses de construir un proyecto político duradero.
Pero la responsabilidad de Germán Vargas Lleras, Gustavo Petro, Noemí Sanín y Rafael Pardo no es menor. Tienen la obligación de hacer valer, en este segundo tramo de la campaña y en los próximos cuatro años, el mandato que recibieron de sus electores. No pueden salir olímpicamente del escenario electoral. Deben buscar coaliciones que garanticen expresamente la realización de parte de su programa y el respeto a la unidad de sus respectivos partidos.
Juan Manuel Santos, en su discurso del domingo, se propuso subvalorar la segunda vuelta, dejar la impresión de que había sido elegido presidente y lo que restaba de campaña era el trámite formal de su consagración como primer mandatario. Con el gancho de un gobierno de unidad nacional tendió un puente para que, al viejo estilo de deslizamientos de parlamentarios y acuerdos burocráticos, se conformara una mayoría para afianzar su triunfo.
Mockus, Fajardo y el Partido Verde no pueden darse por mal servidos hasta el momento. Hace cuatro meses nadie daba un centavo por sus listas parlamentarias y menos por una candidatura presidencial de su seno. De un momento a otro se convirtieron en portavoces de la angustia de una parte importante de la nación, significaron el emblema de la renovación política, encarnaron la esperanza.
Las encuestas crearon la ilusión de que podrían ganar en primera vuelta o quedar a un pasito de la Presidencia. El sueño se realizó en parte. Son, en este momento, la segunda fuerza del país y pueden con más generosidad que habilidad conformar una coalición para ganar la batalla de la segunda vuelta o para ser el ariete con el cual la decencia del país golpeará a diario la inmensa corrupción que se ha enquistado en el Estado y la garantía plena de que Colombia entrará por fin en la era del pluralismo político y en la época de una relación vigorosa y sana entre gobierno y oposición.
Tienen, eso sí, que reformar su campaña, orientando sus esfuerzos a conquistar un acuerdo inmediato con los candidatos y partidos que tomaron abierta distancia de la actual coalición de gobierno; a persuadir a los millones de electores que no concurrieron a las urnas en primera vuelta; a marcar diferencias claras con Santos ante la abultada corrupción que representa el uribismo y la pobreza de sus apuestas sociales; a forjar un aparato político para movilizar los electores a las urnas el día 20 de junio.
Paginas Web
Hosting Colombia
Etiquetas: partido verde