Sorprendente la revelación a medias de Uribe, según la cual una dirigente política estaría fraguando un complot humanitario con las Farc, para liberar a los secuestrados. Algo tan grave como la denuncia de una supuesta conspiración relacionada con los secuestrados no debería manejarse como un rumor o uno de esos famosos informes de inteligencia que en este Gobierno se han vuelto tan famosos como imprescindibles. Menos debería ocultarse la identidad de la dirigente política que aparentemente estaría organizando tal empresa criminal.
Al momento de escribir esta columna sólo se conoce el vainazo de Uribe, que parece estar dirigido otra vez contra Piedad Córdoba. Todo indica que la rabia de Uribe ahora consiste en enrostrarle a la Senadora un plan para promover un acuerdo humanitario con las Farc y eso en la ‘Casa de Nari’ no sólo no es aceptable, sino que tipifica un complot.
La enseñanza que queda de este enigmático mensaje de Uribe es la de que él y sólo él pueden tener la vocería y el poder para liberar a los secuestrados, porque todo aquel que lo intente estará complotando contra su autoridad. Tal actitud si no es contradictoria, al menos resulta confusa y, claro, altamente peligrosa para los indefensos secuestrados.
Sí, el Gobierno ha promovido la idea de que para liberar a los secuestrados todo vale o, mejor, que nada está prohibido, ni siquiera que los propios secuestradores se arrepientan. Por eso, en la Operación Jaque, que logró la liberación de Íngrid y sus acompañantes, Uribe consiguió que no le hiciera daño que uno de los militares camuflados en el operativo se hubiese servido del emblema de la Cruz Roja. Tan fue comprendido el Gobierno en esa ocasión, que ni la misma Cruz Roja protestó, aun cuando en otras latitudes sí lo ha hecho en situaciones similares.
Del mismo modo, el Gobierno ha promovido y cumplido la propuesta de que aquel subversivo que entregue secuestrados gozará de la protección legal, para irse al exterior con plata de la recompensa y organizar una nueva vida a salvo de las Farc. El caso de ‘Isaza’, el insurgente que propició la fuga del ex parlamentario Lizcano, nadie se ha atrevido a calificarlo de complot, no obstante que este cancerbero de secuestrados, así se hagan filigranas jurídicos de dudosa legalidad, está involucrado en un delito de lesa humanidad. Ahora que ya a ‘Isaza’ por fortuna lo dejaron ir a París, muy pronto el Gobierno publicitará una foto suya con su compañera, posando en la Torre Eiffel o en el Arco del Triunfo y no se hablara de complot, menos el Gobierno que utilizará los medios amigos para publicitar este ‘falso’ triunfo.
En ese escenario de permitir lo que sea con tal de que regresen los secuestrados, me pregunto: ¿qué pasaría si Piedad Córdoba, o quien sea, logra que las Farc, bien por la vía de la promesa de un acuerdo humanitario o inclusive de un ‘complot’, liberan a los demás secuestrados? Dudo que el fiscal Iguarán estuviese dispuesto a detener a la Senadora por el delito imposible de liberar a los secuestrados.
¿Envidia o vanidad o ambas cosas? Pobre Uribe, el sueño de su tercera reelección parece tenerlo trastornado.
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