Al equipo nacional le sobró carácter, desde el planteamiento de Jorge Luis Pinto, hasta los cabezazos de Wason Rentería que debieron ser gol en el primer tiempo y que el portero Julio César evitó.
Hay veces en la vida en las que hay que demostrar carácter. Cuando toca ponerse colorado una vez para evitar la palidez cien veces.
Un ejemplo de ello fue la jugada de los 14 minutos del primer tiempo, cuando Jaime Castrillón amasó la pelota con la suela del zapato y le tiró al 'dios' Ronaldinho un lance de torero y lo dejó desparramado en la emparamada cancha de El Campín.
O cuando el 'pelado' Carlos Alberto Sánchez tuvo la hombría de atravesársele a Juan, un camión de noche y con luces plenas de frente, exponiéndose a una lesión. Sus huesos fueron irrompibles. Paró el macho.
También había que tener esa personalidad de 'Ringo' Amaya para bailotear entre Kaká y Robinho y sacar la pelota limpia.
Si por merecimientos fuera, Colombia debió ganar. Brasil no fue más que un espantapájaros con cabeza de calabaza en esta Bogotá de halloween.
Cómo se vivió el partido
En el primer tiempo, a los 6 minutos, Falcao García falló una bola en la cara del arco. Luego Rentería metió esos dos frentazos que congelaron el alma. Todo, producto de un juego ordenado con tenencia de balón, apertura por las bandas y soportado en dos pilares fundamentales: Amaya y Sánchez, los recuperadores en la mitad.
Brasil tuvo lo suyo, poco pero lo tuvo, cuando le puso tiza al taco y apunto la bola 5 a la buchaca de la izquierda, al hueco que dejaba Zúñiga por irse a atacar. Por ahí, Ronaldinho y Kaká le probaron las manos, seguras, a Agustín Julio.
Un primer tiempo marcado por dos penaltis, uno para cada lado, que se tragó con pito y todo el juez paraguayo Carlos Amarilla, y definido por la falta de marca de Gilberto Silva y Mineiro en el mediocampo brasileño y por el desparpajo ordenadísimo de Colombia.
Luego del descanso el partido tuvo matices diferentes con el ingreso de 'Totono' Grisales y Aldo Leao en Colombia, pues ellos le dieron más panorama ofensivo al equipo cuando Brasil empezó a firmar el empate con un juego de lenta tenencia de balón, que ponía por primera vez en territorio del rival.
Entonces, con la nueva velocidad colombiana, el partido se hizo de ida y de venida, con tirazos de media distancia de Grisales y Mineiro en ambos lados de la cancha.
Salió Robinho, relevado, sin pena ni gloria. Ronaldinho, como en el mundial de Alemania, compró boleta de gramilla y no desequilibró, y Kaká se la pasó haciendo taquitos muy lejos de la zona donde se definen los partidos. Este Brasil fue como los diamantes: carísimo, de lujo, hermosos, pero con una luz que no produce ni frío ni calor.
Y Colombia, la que llegó a los himnos en medio de la desconfianza y la incredulidad, mostró en este auspicioso debut de la eliminatoria al Mundial de Suráfrica-2010 el carácter que se tiene que poner de entrada y de una vez para que no nos vean descoloridos. Al punto que el equipo que terminó pidiendo un bolígrafo para firmar el inmerecido empate fue Brasil.